La Cruz de Caravaca se compone de tres astillas pertenecientes al madero en donde murió Jesucristo, y que están contenidas dentro del relicario de doble brazo horizontal.
Es un símbolo que por circunstancias históricas y religiosas se ha convertido en el signo de identidad de la ciudad, extendiéndose su conocimiento y celebridad fuera de nuestros territorios más cercanos. El triple epíteto del título refleja sus características más esenciales. Se trata de una historia de frontera castellana frente al musulmán granadino; de una ciudad que es el resultado de un símbolo: la Vera Cruz que le da nombre y la ha configurado; de una tradición que se condensa en los rituales y festejos de las fiestas de mayo.
Se trata de una cruz oriental, perteneciente al Patriarca de Jerusalén, y que está en el recinto de Caravaca, antiguo alcázar musulmán y después cristiano, desde 1232 aproximadamente. Desde el mismo siglo XIII se fundamenta y se extiende por los limosneros y romanceros la tradición de la misteriosa Aparición de la Cruz, al inicio de la misa del sacerdote prisionero Pérez Chirinos, en presencia del sayid musulmán Abu- Zait y de su corte, la cual motivó su conversión al cristianismo, simbolizando la narración la caída del poder almohade en el Al-Andalus.
Esta tradición ha marcado la mentalidad y trayectoria histórica de la ciudad, mencionándose siempre la Cruz misteriosa, oriental, pectoral y fronteriza en este enclave castellano del Adelantamiento de Murcia durante 250 años, hasta la toma de Granada en 1492, custodiada por las Órdenes militares del Temple y Santiago.
La Vera Cruz adquirió pronta fama de cruz especial en la España medieval y posteriormente en gran parte de la cristiandad de Europa y América, extendiéndose su conocimiento desde las misiones franciscanas de California, en las misiones guaraníes del Paraguay, hasta la Tierra de Fuego en Argentina, como también hasta Hungría y Polonia.
Ha sido distinguida por la Iglesia con el titulo de Vera (verdadera) Cruz y con el culto de latría en la liturgia oficial. Por esto preside la celebración de la Misa, imparte bendición y se traslada procesionalmente. Su influencia ha trascendido su aspecto original religioso que, como centro de un círculo, ha irradiado aspectos sociológicos, culturales, festivos y rituales
Texto D. Pedro Ballester Lorca
Fuente y más información en: lacruzdecaravaca.es