
La Hermandad de Santa Coloma presentó su cartel de Semana Santa 2021

La imagen del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, se encuentra en la ermita de la misma denominación, en la plaza de la localidad, justo enfrente de la iglesia de San Vicente Mártir. En su interior hay un elaborado retablo con numerosas imágenes que custodian al Cristo, como son Santa Crispina, El Nazareno y una imagen de Cristo Resucitado. El retablo ha sido restaurado recientemente, estando ahora cubierto por pan de oro.
Es un edificio barroco de pequeñas dimensiones y armónicas proporciones, que desarrolla planta de cruz griega. La fábrica exterior es de mampostería en piedra moliz, con sillares dispuestos a soga y tizón en las esquinas. Una verdugada de ladrillos verticales sirve de línea de imposta, enlazando con la cámara de la cubierta.
Es una talla la del Señor realizada en madera cuyo origen se remonta al siglo XVIII. Fue destruido durante la Guerra Civil y del original sólo se conserva la cabeza. También se encuentra una antigua talla de Santa Crispina. Ésta, según los vecinos, fue la primigenia advocación de la Ermita. A ella se refieren las Relaciones Topográficas de Felipe II de Cózar, al señalar que:
“…demas de los dias de holgar de precepto guardan en esta villa el dia…de sancta Crispina, ques una ermita questa en esta villa de la dicha advocación”.
Por lo que a la imaginería se refiere, en su interior se venera al Santísimo Cristo que da nombre a la Ermita. Es una talla en madera cuyo origen se remonta al siglo XVIII. Fue destruido durante la Guerra Civil y del original sólo se conserva la cabeza. También se encuentra una antigua talla de Santa Crispina. Ésta, según los vecinos, fue la primigenia advocación de la Ermita. A ella se refieren las Relaciones Topográficas de Felipe II de Cózar, al señalar que:
“…demas de los dias de holgar de precepto guardan en esta villa el dia…de sancta Crispina, ques una ermita questa en esta villa de la dicha advocación”.
Asimismo, el Libro de Visitas de la Orden recoge la siguiente descripción:
“Visitose la hermita de santa Cristina ques dentro del dicho lugar. Es una hermita fecha de un cuerpo las paredes de tierra cubierta de madera de pino bien labrada…esta la ymagen de santa Cristina de bulto en un tabernáculo de talla blanca y tiene un paño de terciopelo negro con una cruz de carmesí el qual es de la cofradía…”.
No obstante, se carece de datos para confirmar si la actual Ermita del Santo Cristo se ha levantado sobre las ruinas de la antigua Ermita de Santa Cristina (Crispina), o bien tan sólo conserva su memoria, siendo distinta la ubicación original de ésta.
El patrón del pueblo celebra sus fiestas el 14 de septiembre con procesión y es ese día cuando se celebra una fiesta de carácter popular y muy concurrido, llamada “Las Tacillas”.
Una de las tradiciones más antiguas en Cózar es este juego, que sucede durante los cuatro o cinco días cercanos al 14 de Septiembre, con motivo de las fiestas en honor del patrón de la localidad. Los orígenes de este juego se remontan a los siglos XIV y XV y aún se conservan dos tacillas (concavidades en el suelo), situadas en la parte posterior de la Ermita del Cristo. El juego consiste en lanzar ocho bolas a las tacillas; si el número de bolas que caen en el interior de ellas es par, gana la banca, si es impar, ganan los apostantes. Las tacillas son subastadas públicamente el día anterior al comienzo de las fiestas y el dinero recaudado es destinado a la Cofradía del Cristo, para el mantenimiento de la Ermita.
Fuente documental: Ayuntamiento de Cózar (Ciudad Real).
Fotografías: Cofradía del Santísimo Cristo de la Vera Cruz de Cózar (Ciudad Real). Con nuestro agradecimiento a Nuria Rabadán Merino, hermana de la corporación.
Lignumcrucis.es
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Partiendo de la base que cada Hermandad es un mundo y cada una de ellas tiene una forma de ser y de hacer las cosas, a pesar de que a todas nos une los mismos fines para las que en su día fueron creadas y que se regulan en nuestros Estatutos y Reglas y que en este caso en particular nos une una misma devoción: la Santa Vera Cruz, cada una tiene una forma particular de disponer los adornos florales de sus tronos y pasos, según su idiosincrasia.
El hombre lleva interesado por las flores y plantas muchos siglos. Debemos remontarnos a 6.000 años atrás, cuando se tiene constancia de las primeras culturas de la historia, llegando desde Palestina, al norte de Irak y hasta el Sur del mar Caspio, extendiéndose por todo el Valle del Nilo, donde se recogían flores para las honras fúnebres. La flor se usaba también para las ceremonias religiosas y mágicas y poco a poco se convirtió en motivo de decoración de azulejos, vasijas, cerámicas y bastones de mando. El cultivo de la flor como ornamento floral se remonta a los jardines de Babilonia. Pero no es hasta el siglo XVI, cuando aparecen los floreros: vasijas destinadas a tal fin.
En la Biblia, también encontramos pasajes que hacen referencia a la flor, para referirse a la belleza (Cantar de los Cantares 2:13, Oseas 14, Primer Libro de Reyes 6:18), muerte -por su corta vida- (Nahúm 1:4, Job 14:2 y 15:33) y despreocupación (Mateo 6:28-29).
Teniendo en cuenta, la cultura y sus referencias en los libros sagrados, el mundo de la flor siempre ha estado presente en la Iglesia y su movimiento cofrade, especialmente de carácter devocional, por medio de ofrendas, y el exorno para las grandes celebraciones, siguiendo las modas y gustos de las distintas épocas…. Y aunque en los últimos tiempos estamos experimentando una evolución positiva por medio de la “profesionalización” de los adornos florales de los pasos y tronos, debemos tener en cuenta los distintos procesos por los que ha venido pasando a través de la historia.
Si contemplamos documentos pictóricos de siglos pasados, los pasos y tronos, no llevaban flor, apareciendo, de manera tímida, a finales del siglo XIX, siguiendo las modas de la época, cuando en las iglesias, especialmente para los enlaces matrimoniales, se empiezan a usar floreros con composiciones grandes, que representaban poder adquisitivo.
No es hasta la década de los años 20 del siglo pasado, cuando las distintas fotografías conservadas nos dan fe del empleo de jarrones para el adorno de las andas. En muchas ocasiones, se tratan de flores artesanas creadas por medio de la tela, el papel de seda, estaño y alambre, alejándose de las llamadas flores de talco -generalmente conventuales- que, a diferencia de estas, se crean grandes composiciones vistosas y desproporcionadas, poco estéticas pero muy efectistas. Hay que tener en cuenta, que los años 20, fueron para las Hermandades, un nuevo resurgir, donde a la mayor parte de los tronos se les aumentan los varales, y se les incorporan las nuevas iluminaciones de gas.
A finales de los años 30, inmersos en un nacional catolicismo y un nuevo resurgir cofrade, la evolución en el adorno floral, adquiere una mayor dimensión, dando protagonismo a la flor cortada que, junto a los pasos y tronos, venían a realzar la escenificación de los Sagrados Titulares. En esta época, especialmente para los Crucificados, comienzan a surgir las alfombras, formando montes de claveles rojos o lirios morados, en detrimento de los primeros adornos, en flor natural, que podríamos llamar “originales” -y afortunadamente, actualmente, cada vez más en uso para andas y cultos-, en los que se intentaba recrear el Monte del Gólgota, a base de piedras de corcho o madera combinadas con especies vegetales, generalmente aromáticas, esta “técnica”, suponía un menor impacto visual, además de un bajo peso para las andas. Muy pocas Hermandades fueron las que no se sumaron a “esta moda floral” de la alfombra.
Aquellas zonas, donde las consecuencias de los años 30 fueron especialmente nefastas, con más pericia que medios económicos, cual resurgir del Ave Fénix, no es de extrañar, apreciar durante los días de Semana Santa, la presencia de “tronos de flores”. La guerra civil había dejado a las Cofradías sin patrimonio procesional, para suplir la falta de cajillos, construyen artesanalmente, verdaderas obras de arte, a base de flor cortada, empleando para ello una base de verdes ornamentales y de manera masiva el clavel, que con sus originales formas simulan ser verdaderas molduras, es la época donde aficionados y los primeros profesionales, dan rienda suelta a una creatividad experimental, dando resultados diferentes en función de los conocimientos y experiencia de quienes lo realizan. Esta costumbre, con fecha de caducidad, fue en descenso a medida que pasaban los años 40 y 50, destacando la presencia de calas -zantedeshia-, en el exorno floral de las Vírgenes y en algún que otro de Cristos, especialmente aquellas de menor solvencia económica.
Es en los años 60 del siglo XX, cuando surge el nacimiento de una nueva especialidad artesana llamada Arte Floral, y que en el mundo cofrade manifiesta su mayor evolución especialmente en los pasos de palio, donde se comienza a usar diferentes variedades de flores, y se va desenterrando el uso de las piñas de clavel, manteniéndose entre las más tradicionales, por su toque clásico, que no histórico, tal como hemos comprobado.
Después de haber hecho un breve recorrido por la evolución del empleo de la flor, podemos analizar en líneas generales, como las Cofradías cruceras afrontan actualmente la decoración floral de sus pasos.
Primeramente, debemos considerar, que en su mayor parte las Hermandades cruceras tienen como Sagrados Titulares la imagen del Cristo de la Vera Cruz; un Cristo ya muerto, crucificado en la Cruz, amén de otras advocaciones y representaciones bíblicas tales como nazarenos, atados a la columna o yacentes…. Amén de aquellas corporaciones nazarenas que durante los días sacros, procesionan sobre andas la Santa Reliquia del Lignum Crucis, que fieles a la liturgia, las adornan con tonalidades rojas. Otra de las características a tener en cuenta, además del día de salida que cada Hermandad celebra su salida procesional o estación de penitencia y si estas son Cofradías de silencio o no.
Mientras que aquellas hermandades que no son de silencio se mantienen fieles al empleo de la tonalidad roja -en su mayor parte claveles- para los pasos del Señor, las más fúnebres, en vías de recuperación del empleo de los montes de corcho y variedades silvestres -lo verdaderamente histórico-, se decantan por las tonalidades moradas. Rojas, moradas o con diferentes variedades, la presencia de las flores en los pasos y tronos, además de alimentar nuestra vista y dar espectacularidad a la escena representada, simbolizan la nueva vida por medio de la inmolación de Cristo: “Mirad el árbol de la cruz, en que estuvo clavada la salvación del mundo. Venid a adorarlo”. El rojo, simboliza sangre (recuerda la muerte martirial de Cristo) y la fuerza del Espíritu Santo siendo el color del Viernes Santo y Domingo de Ramos, mientras que el morado, simboliza preparación espiritual y penitencia y suelen acompañar a la imagen de Cristo ya muerto.
Entre las variedades más demandadas se encuentra el clavel y el lirio y erróneamente solemos catalogar a las Hermandades que lo emplean como clásicas, aunque se, está dando la tendencia de recurrir a la combinación con otras flores, principalmente cardos -eryngium- y rosas. Ninguna de ellas, son de empleo ornamental original ni tradicional, si tenemos en cuenta la fundación de las Hermandades y el comienzo de la decoración floral en los tronos y pasos.
El clavel, es una flor popular, muy cultivada en nuestra geografía, simboliza la pasión, el afecto, el anhelo y el romance, pero en su significado espiritual, es conocido por representar la abundancia y la llegada de algo bueno. El lirio -iris o flor de lis-, simboliza el árbol de la vida, la perfección, la luz, la resurrección, y la gracia de Dios que ilumina. El cardo, representa un simbolismo doloroso. Se cuenta que las manchas blancas de sus hojas, dieron origen a la leyenda sobre las gotas de leche de la Virgen que cayeron mientras amamantaba a Jesús, durante la fuga a Egipto. La presencia de espinas la volvieron apta también para representar los dolores de María, además de evocar la imagen de la corona de espinas de la crucifixión. La rosa, por su parte, es símbolo de poderío, de instrucciones espirituales, pero también de regeneración, resurrección e inmortalidad. Es la flor mariana y mística por excelencia, capaz de conservar secretos e intuiciones espirituales. La rosa roja se volvió también el símbolo del amor perfecto, al poderse asimilar también a Cristo además de a María.
Lo cierto es que el panorama del arte floral cofrade, se encuentra actualmente en un momento de progresión y recuperación, en el que no falta un cambio de tendencia y simbolismo. Sea como sea la puesta de flores de las diferentes Hermandades cruceras, para la que no existen normas, bien sean de las llamadas “clásicas” por el empleo de la alfombra de clavel, bien por el uso de una determinada tonalidad que las caracteriza e identifica, bien por ir alternando variedades -en los últimos años se aprecian variedades con mezclas de tulipanes, orquídeas o rosas, además de otras especies exóticas-, o en vías de recuperar la mejor escenificación con realismo, por el empleo de un monte a modo de calvario, a base de corcho, lo cierto es que tenemos que tener presente que el complemento floral, debe ayudarnos a definir la advocación representada: La Vera Cruz, y como complemento nunca debe restar visibilidad al Sagrado Titular, sino facilitar su contemplación en el conjunto de su salida procesional.
Sebastián Márquez Bravo
Sebastián Márquez Bravo es el actual Hermano Mayor de la Hermandad del Santo Entierro, Nuestra Señora de las Penas y Vera+Cruz de la localidad de Pizarra (Málaga) y propietario de la Floristería TUFLOR de dicha localidad.